Aitor Lara
Confines
Mirar a las ideas como fórmula de entendimiento entre la especie, puede ser algo que valoremos siempre que esté de nuestra parte. Para eso, el objetivo ha de poner el foco sobre una realidad que no esté adulterada por la parsimonia, la lógica del abatimiento o por los secretos que rodean la vida de cualquier sujeto de este mundo.
Si echamos un vistazo a la obra «Obsceno pájaro de la noche» de José Donoso, el autor explora las líneas donde se cuestiona la rectitud del hombre, su unidad como naturaleza -o especie-, su semblante gestual y gregario, en una voluntad colosal por sacar a la luz la realidad última de la persona, su car cter emético, mórbido y autodestructivo o la primacía del desprecio valorativo y fanático sobre las apariencias de lo espurio.
El fotógrafo afincado en Sevilla, Aitor Lara, propone una vuelta a las ambivalencias que el retrato documental y la contextualización a través de la imagen nos ofrecen: un periplo determinante, minucioso y concreto, a nivel de una tesis que aboga por la fotografía y no por las palabras, que ahonda en la carencia de los valores socioculturales, su voluble sentido y el carácter enfermizo que, tanto en la identidad como en el anonimato, aportan a la sociedad actual, sea cual sea la parte del mundo donde se capta esa escenificación de las terminologías humanas.
El trabajo de Aitor Lara, desde hace tiempo, se mueve por unas profundidades complejas, difíciles no solo en la toma de la instantánea, sino por la extensión y el recorrido que supone el querer ser un confabulador de las cosas que pasan. Como yo mismo citaba en un texto que le escribí: «Toda mente profunda necesita de una máscara. La máscara como registro de identidad es un documento, un documento de arraigo y de personalidad y, como todo documento de cultura es, según afirmaba Walter Benjamin, un documento de barbarie». Esa es la máscara que buscan los seres inquietos, esa que ponen en la piel de otros personajes, «personajes, cuyas existencias se confunden entre lo humano y lo monstruoso, o máscaras que han sido adquiridas en la relación con el otro, poniendo en manifiesto la igualdad descarnada del ser humano en su condición cruel y denigrante».
15 fotografías, blanco y negro, algún apunte en color, variables contextuales que van desde las selvas de Camerún a las calles de Old Delhi, suburbios de Nueva York y Detroit, los misterios de México, el carnaval de Cabo Verde, las máscaras de Burkina Faso, los solares de La Habana, los desiertos de Uzbekistán o los barrios de Madrid. Esos términos pavorosos -por donde el autor se ha movido en los últimos años de su carrera-, esos lugares infaustos, trágicos, festivos, incómodos o escabrosos. Ese epicentro del ser humano que se enfrenta al mundo con su rostro encubierto, con su rostro libre: «[…] lejos de ser una metáfora desgastada, este pensamiento tiene un profundo trasfondo filosófico que quebranta su significación en uno de los más preciados valores del discurso occidental: la verdad».
«Confines» o sin principios, esas fronteras abiertas y límites que dividen los territorios, los espacios, y, en este caso, a los individuos, están presentes en la muestra de Aitor Lara.
Marcos Fernández, 2015.
SOBRE EL ARTISTA
Baracaldo, Vizcaya, 1974.
Vive y trabaja en Sevilla.