Sonia Espigares
Sevilla, 1987
Las fotografías de Sonia Espigares tienen la capacidad de unir al hombre con la naturaleza como un elemento más. Da igual su aspecto. El paisaje es tan amplio, tan absorbente, que asimila a los que deambulan por su espacio como si fueran parte de él.
Al ver sus fotografías viene a la memoria la pintura de Hopper, donde las figuras humanas parecen estáticas. Son como estatuas de una escena congelada. Sin embargo, estas fotografías no transmiten sensación de personajes aprisionados. Es el color, la luz, la sensación de que el mundo se ha parado un instante para dejarnos ver con parsimonia una escena ocurrida en un lugar ajeno, un segundo fugaz repleto de misterio que parece un fotograma aislado de una narración que no conocemos y debemos imaginar. Cada personaje, por insignificante que sea su papel en el encuadre, ocupa justo el sitio adecuado.